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Bahía de Ítaca

Volver a casa / Antonio Regalado*

                             

 ¡Qué hermoso respirar de nuevo los aires del Santuario en este otoño-invierno castigado por la sequía¡ Tan bello como regresar a casa después de un interminable viaje iniciático por la historia y por la vida. No pasa el tiempo; pasamos nosotros. Tornar al Monte Cabezo es volver a empezar. Tengo la seguridad de que la Virgen Morena nos ha protegido a todos con su manto.
La silueta del Monasterio se divisa colgada en el horizonte media hora antes de llegar; y el corazón y el alma se serenan tras decenas de curvas imposibles. ¡Allí, allí está! le digo a Marcial Alvarez, de Mayalde (Zamora) compañero de curso  -y sin embargo amigo- en el 63-64. Recordamos la llegada en aquel verano de fuego del 60 al seminario de la provincia trinitaria sur tras un recorrido en tren desde Salamanca a Madrid-Príncipe Pío y con trasbordo hasta Atocha para llegar, entrada la noche, a Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Teníamos  entonces todos  un denominador común: salíamos por vez  primera de casa y éramos, en su mayoría, hijos de labradores. Los más, monaguillos.
Pero no es el momento de reencontrarse con la nostalgia ni mucho menos de mirar hacia atrás. Al fin y al cabo, solo han pasado nueve lustros. Por el espejo retrovisor,  en este sábado de mediados de octubre, víspera de Santa Teresa, mientras serpenteamos desde Andujar, divisamos un cortejo de coches  que, intuíamos, se dirigían al mismo punto: el I Encuentro de Antiguos Alumnos.
La idea, coincide en el tiempo con los 75 años de la llegada de los PP. Trinitarios a la Roca. Mil preguntas se agolpan en la mente y en el corazón mientras se acortan, metro a metro, las distancias de "regreso a casa". Los corzos observan la comitiva con curiosidad de una tarde soleada. En un restaurante próximo al final del trayecto tenemos la primera cita; el padre José María Ledesma, compañero desde primer curso (y junto a Gregorio Reyes, los únicos elegidos) reponían fuerzas. A pesar de que estaba a rebosar, fue fácil encontrar el grupo "trinitario"; bullicioso, extrovertido, ingenioso… el Padre Francisco Lillo nos da un abrazo. Cuesta un poco reconocer al resto. Luego, a todos nos suenan los apellidos, el curso, las anécdotas… De pronto, Marcial y yo reconocemos a ABC (Antonio Berdión Cortés) llegado de los confines de Zamora, junto al Duero; él fue el segundo, tras Pitena, en abandonarnos en el Santuario, en el invierno del sesenta y cuatro. Está hecho un chaval. La muchachada va aumentando.
Tras los postres, enfilamos en caravana los últimos kilómetros. Las curvas se suceden; el horizonte del santuario se divisa en todo su esplendor.
Veinte minutos después ganamos la explanada. Y allí, colgado del cielo, el Santuario de la Virgen de la Cabeza. Parece más grande que nunca. A pesar de que la sequía ha golpeado  los paisajes por los cuatro puntos cardinales, la paz solo se rompe por una juventud que asciende ilusionada hasta la cumbre. La montaña ha removido conciencias y la fe se refleja en los ojos de los caminantes. Ese resurgir mariano es un logro trinitario más, un premio a la lealtad de servicio a las gentes y a la morenita.
 
 
Hoteles, apartamentos, casas de cofradías… todo invita a quedarse. El viaje desde Madrid es largo pero no sentimos el cansancio.
La cita tiene hora: las siete y media. El sol acaricia poniente. Ascendimos a pie, como en los viejos tiempos  para ganar esa panorámica serena que únicamente tiene sentido desde el epicentro-plataforma del santuario. La iglesia y el convento ’flotan’ sobre las crestas de las sierras superpuestas del este al suroeste. El paisaje se recrea en la retina al igual que ocho lustros largos atrás. Las mismas sensaciones de inmensidad. El pantano, Jaén, los pueblos encrestados y encalados, las haciendas del sur del sur… todo parece nuevo y distinto, viejo y distante a la vez. Las querencias se funden con los recuerdos. La alegría se sobrepone a la añoranza.
Las presentaciones se suceden vertiginosamente. Hay que reconocer -sin equivocarse- los rostros y sonrisas de la niñez… ¿Manuel Cabezas? Nos damos un abrazo…
- Sí, tú eres Antonio. ¿Y aquél que habla con Paquito? Paquito se ha presentado con su esposa e hija pequeña.
-  Marcial; es profesor en los jesuitas de León.
El grupo va agrandándose curso a curso. Las anécdotas se suceden. Los más "progresistas" cuentan la batalla de la huelga como  si se tratara de la revolución del 68 en Paris. A los veteranos lo de la ’huelga’ nos sonaba a chino. ¿Huelga? ¿Quien sabía entonces qué era y para qué servía una huelga? Yo, desde luego, no.
Rodeamos  caminando el convento. Por la parte sureste las escaleras  han quedado cortadas por el tiempo. Al frontón se lo llevó un viento traicionero de una noche invernal. Se ha levantado la parte izquierda. La fachada frontal, equilibrada. El paisaje es el mismo aunque ya no encontré con la vista  la calzada romana. El Parador, otrora centro del poder terrenal se ha venido abajo. Lástima que Patrimonio no lo ceda al Santuario para ampliar los servicios.  Entramos en la iglesia donde la piedra es una prolongación de las rocas.  (" … Y sobre esta piedra edificaré tu iglesia)" 
A pesar de la sequía, los horizontes desde la explanada de la Iglesia, magníficos. Los identifiqué enseguida. Habían pasado 41 años de nuestra  primera estancia y 45 desde que nos conocimos a mediados de septiembre del curso  60-61 en Alcázar de San Juan. Nos reunimos 150 de los 656 seminaristas que pasamos por el Seminario durante 25 años y parte de las familias. 
El acto fue sencillo: rezamos la Salve ante la Virgen después de la bienvenida del padre general que había llegado ’ex profeso’ de Roma -nos dijeron- para la ocasión. ¡Cuántos recuerdos acumulados, qué sensaciones tan iguales a las de la juventud¡ La situación se presentaba mágica.  Cuando bajamos a cenar la luna estallaba en el cielo. Era una noche preciosa. No hacía frío. Ni calor. No faltaron los coros "romeros" (que no rocieros) que cantaron a la Virgen. Todo era nuevo, distinto, diferente… y a la vez tan igual. Nos retiramos al hotel -han construido tres o cuatro- a la una. Noche cerrada, abierta de en par a fraternidad.
Los padres (ministros, servidores) que han llevado el peso del Santuario fueron explicando sus experiencias. Era como si el tiempo se hubiera detenido en la mitad de la sierra. En mi hoja de notas tengo anotada esta frase de alguno de los oradores, quizás del padre Rector Domingo Conesa: "somos los enchufados de Dios".
Tardé en conciliar el sueño, más que nada porque unos jóvenes de algún centro próximo les dio por tocar las campanas de la puerta de entrada de alguna cofradía. Cuando aterrizamos en el restaurante para desayunar Fernando Alonso había ganado su séptima G Premio F1 y había consagrado su liderato mundial. Prueba de que con esfuerzo, se triunfa porque mientras se lucha no se fracasa.
El domingo, amaneció primaveral. A las diez y media teníamos cita los alumnos en el salón de actos, un espacio nuevo para nosotros.  De la salutación del Padre José Hernández Sánchez  recuerdo la voluntad de servicio que hemos adquirido los que tuvimos el privilegio de estudiar y aprender en esta casa y del ambiente familiar que disfrutamos. No había oído hablar de Juan Gil Antonio de la Bella ni de los 200.000 cautivos liberados por los trinitarios. Yo más de una vez y más de diez he tenido que salir defendiendo a la Orden porque siempre son ’otros’ los que  rescataron a Cervantes de Argel.  Tengo que reconocer que aunque el periodismo me ha llevado, demasiado aprisa por a medio mundo nunca he olvidado que comencé mi educación en los Trinitarios. No me he hecho rico más que en experiencias y me precio de seguir siendo honrado. Ética, austeridad, son dos conceptos que se cimentaron en la "domus" trinitaria desde la casa familiar de labranza.  Y, a decir verdad, ha resultado un equipaje liviano en el proyecto de vida social y profesional.
Luego, cada uno de nosotros se fue presentando. Más allá de las anécdotas, tengo que reconocer que el ser trinitario, "marca"; es un estilo. Supimos entonces que los de Vitigudino eran más… pero  terminamos descubriendo que len equipo somos los mejores.   Es curioso pero tengo la sensación de que la Virgen nos ha protegido a todos desde que entramos en la orden.  Peinábamos canas la mayoría pero creo que seguimos siendo unos "enchufados" de la Virgen.
La proyección del DVD nos retrotrajo a la niñez. La presencia trinitaria en el Santuario y en la Historia ha sido ingente. Un servicio a la comunidad como predicaron y practicaron los Padres Fundadores. Y aquí estamos, laicos y seglares en el mismo barco, "en la casa de la Trinidad y de los cautivos".
Asistimos a la misma solemne de mediodía.  El templo abarrotado. Cuánta fe; el amor, como decía San Agustín no pasa nunca.  Acudieron las cofradías de Sevilla y Granada para amenizar la Misa con canciones romeras.  Allí comprendí que esta gente buena y andaluza canta con tanta pasión, fe y entusiasmo que la interpretación es toda una confesión a corazón abierto para agrandar la vida y la esperanza. Enseguida contagian a los peregrinos. En el momento de la paz me fundí en un abrazo con el amigo y paisano  José María Ledesma, (de Aldeadávila de la Ribera  (Salamanca) otro semillero de vocaciones trinitarias), un abrazo extensivo al resto de compañeros de viaje.
Con sus canciones, creen y crean esperanzas colectivas. Durante la comunión una joven  interpretó  el "Ave María", de Haendel, con una letra especial dedicada a la Virgen de la Cabeza que es chiquita y morena... Luego, foto de rigor (más de 200 personas) en la peña sobre la que se asienta el Santuario, fotos por cursos para plasmar el momento histórico y almuerzo de confraternidad; más canciones "romeras" (ya sabéis, cantar es rezar dos veces) y de vuelta a Madrid.  Las despedidas luchando contra el tiempo, apresuradas; nos acercamos a la falda del Santuario, donde otrora jugábamos al fútbol y pudimos comprobar que aquellos árboles que bañamos plantado, como pioneros de la defensa de la tierra de la naturaleza habían sido arrasados por la desidia. 
Con el bolígrafo en ristre, con las canciones romeras de fondo, aún tuve tiempo para recuperar la inscripción que puede leerse en el monolito frente al restaurante montero:
"Cuando termine la cruzada, haremos de este monte y de estas ruinas un lugar de recogimiento y de recuerdo, para que, cuando vengan aquí nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, puedan sentirse en su propia casa y puedan bañar su espíritu en nuestro espíritu".  Nuestra cruzada era de paz y estaba escrita sobre el viento con esta plegaria "Bienvenido el pueblo que canta y reza a la Virgen bonita de la Cabeza".

Revivir vivencias tan lejanas pasadas por el tiempo resulta gratificante. Todo estaba tan fresco. ¡Todo ha ido tan aprisa...¡ Ha sido hermoso pararse a rememorar, sin ira, el pasado…¡ La vida ha sido mucho más fácil tras pasar cuatro años entre estos muros cargados de tanto pasado como futuro. Visualizando el reencuentro desde la orilla del nuevo milenio,  ¡qué manera de sentir¡ ¡q ué manera de soñar¡

Un recuerdo a los ausentes: Me hubiera gustado, compañero trinitario,  que hubieras estado allí... La verdad es que por lo escuchado -yo lo dije en mi presentación- a todos nos había impactado y condicionado la vida el paso por el Seminario. 
Al regreso, paramos un momento en el monumento al jabalí que está a unos cuatro o cinco kilómetros del Santuario - a unos 2 en línea recta por la sierra- para hacernos unas fotos. Vimos dos ciervos y un jabalí. Ningún lince. Regresamos s  Andujar por una carretera que en sus 32 kilómetros tiene 365 curvas... Al tomar la autovía Córdoba Madrid, uno empezaba a entrar en contacto con la otra civilización. El viaje fue corto, ameno y sin sobresaltos. He dormido perfectamente pero mi pensamiento todavía seguía allí. Le pedí a la Virgen algunas cosas que espero que con el tiempo nos conceda... Al fin y al cabo, allí aprendimos a ser buenas personas... 
Este I Encuentro Trinitario de Antiguos Alumnos ha encendido el "fuego" sagrado cubierto, quizás por el polvo del camino; no nos vamos con las manos vacías. Debe ser el preámbulo de otro encuentro antes de que nos alcance la década siguiente. Volveremos, amigos. ¡Que la Virgen nos bendiga¡
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*Antonio  Regalado es periodista y fue alumno trinitario del Santuario en el curso 63-64.

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