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Bahía de Ítaca

tragedias / antonio regalado

La tragedia de Valencia confirma que el poder, tengan el color que tenga, actúa siempre de la misma manera: de espaldas a las ciudadanos.  No se han  secado todavía las lágrimas en el rostro de familiares y amigos y ya está el Ejecutivo autonómico valenciano a la defensiva. Tratan de convencernos de que  todo  está aclarado –exceso de velocidad en la curva-  y de  que, tras el debate extraordinario en las Cortes regionales, no será necesaria una comisión de investigación sobre los 42 fallecidos ni las tres docenas de  heridos. Hablamos del PP. 

El planteamiento ya tiene precedentes. Se cumple ahora un año de la catástrofe humana y ecológica (11 muertos y 150.000 hectáreas calcinadas) en  Riba de Saelices (Guadalajara).  Ha tenido que ser el Parlamento Europeo,  -otra vez la UE-  tras oir a los afectados, quien aprobara  tres informes en los que propone la creación de una fuerza europea de protección civil, fondos para las catástrofes agrícolas y para las víctimas, la repoblación obligatoria de los bosques y un aumento de penas para los pirómanos.      

El Congreso de Diputados, conviene saberlo, rechazó en su una comisión de investigación  solicitada por los populares sobre el asunto mientras el presidente Rodriguez se marchaba a China.    El juez  Juan del Olmo ha dado carpetazo al sumario del 11-M sin que podamos conocer la verdad (aproximada) ni el itinerario  de la mayor matanza terrorista en Europa  que volcó la historia de España.   

Hace tres semanas, con más pena que gloria se cerraba definitivamente la subcomisión creada en el Congreso de los Diputados sobre el ‘Prestige’, - los populares se negaron entonces  a investigar parlamentariamente el hundimiento del petrolero- con el voto en contra de IU, tras llegar a un acuerdo los dos grandes partidos en la conclusión principal: el Gobierno de Aznar actuó correctamente y, por tanto, no hay responsabilidades políticas. ¿Recuerdan ustedes las megamanifestaciones y las peregrinaciones solidarias para arrancar el chapapote de las costas gallegas? ¿Y las  concentraciones antigubernamentales? Pues ya lo ven: populares y socialistas firman y afirman ahora que el ‘hilo de plastilina’ acuñado por los técnicos y adoptado por Rajoy fue tan sólo un mal sueño para las noches del verano de 2003. 

He citado cuatro tragedias recientes (Valencia, Guadalajara, Madrid y La Coruña) por no retrotraerme a la del 23-F. Nunca supimos –ni con el PSOE ni con el PP- quién fue el ‘elefante blanco’. Los periodistas norteamericanos –a quien tanto denostamos siempre- defienden un principio profesional según el cual “es un deber –y un privilegio- sacar a la luz pública todos los secretos que la Casa Blanca oculta”.  Por ello, el NY Times y varios periódicos más se han lanzado a la yugular del vicepresidente Cheney cuando descubrieron que una agencia estatal espiaba los movimientos bancarios, escudándose en la  lucha contra el terrorismo y amparándose en la defensa nacional. Nada defiende más a los ciudadanos que el conocimiento de la  verdad.    

Los peores agujeros negros  de nuestro tiempo –la mayor tragedia- son la indiferencia y el olvido colectivos. Las sociedades se desarman y se anestesian si no se enfrentan al poder.  Estamos renunciando voluntariamente a no querer saber la verdad.  Los poderes tiene parte de culpa al optar por el ocultismo. Por eso, en la mitad del dolor,  debemos hacer oir nuestra voz para que resplandezca la verdad desnuda y se haga justicia a las víctimas y a sus familias.  Sin colores partidarios. De lo contrario, mañana tendremos más miedo a la libertad.    

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