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Bahía de Ítaca

más sabio, más provocador / antonio regalado

El Salón de Plenos del Consejo de Estado, justo al final de la calle Mayor, de Madrid, se engalanó de sencillez para recibir a los tres nuevos miembros, Enrique Alonso, Amalia Valcárcel y José Bono. Comienza el acto presidido por la 'vice' Maria Teresa Fernández de la Vega, escoltada por el titular de Justicia, Juan Fernando López Aguilar. El secretario da lectura a los decretos de nombramiento del Consejo de Ministros del 23 de junio. En el pasillo central espera el ex presidente castellano-manchego. Viste negro riguroso en terno y corbata con camisa blanca. Lo exige el protocolo.

El sol convierte el recinto en la antesala del infierno. Primera hora de la tarde. No falta nadie. Acreditarse es casi un imposible porque la Institución no ha previsto la expectación. Bono me advierte de que "habrá mensaje en su discurso". Y tanto. Salen a recibirle los padrinos: Landelino Lavilla, miembro nato y Félix Sanz, Jefe del Alto Estado Mayor de la Defensa. "Hola, ministro", le saluda el militar. Ocupan sus escaños tras jurar lealtad a la Constitución. Palabras de bienvenida del presidente Francisco Rubio Llorente y llega el momento de presentar las cartas credenciales.

Bono, en tono reposado, como degustando las palabras, sílaba a sílaba, cree que ha llegado hasta aquí por la generosidad de Zapatero. Y con la sinceridad de quien tiene un futuro detrás desde que dejó Salobre, abre su toma de posesión predicando públicamente "que se siente español hasta las cachas". No es importante sólo qué dice, que también; sino cómo lo dice. "Jamás pediré perdón por ello", aseveró amparándose en Indalecio Prieto. "Soy socialista con carné desde 1969" -enfatizó alto y claro- y me siento radical en la defensa de la igualdad"-también de los españoles- "por encima de mitos étnicos, proclamas identitarias y privilegios inventados". El que quiera escuchar que escuche.

Considera que otro mérito para llegar a ser asesor del Gobierno es haber sido presidente de Castilla-La Mancha. "De esa Castilla que algunos llamaron dominadora e imperialista, - se lamenta- pero estábamos tan dominados que ni siquiera sabíamos que nos acusaban de dominadores". Bono, por ello, se confesó no centralista y provocó al auditorio cuando aseguró sentirse conservador: "conservador"-aclaró- "por haber padecido una dictadura; y ello me hace" -razona- "ser conservador de los cambios que he vivido, de los que he presenciado y de los que haya podido contribuir a que se produjeran, especialmente a que llegara la libertad, después de tanto tiempo de silencio".

Al ex ministro la "despresurización política" le ha sentado divinamente; milita en la moderación que consagró la Transición y admitió al final del discurso que éste era el cargo más tranquilo y tranquilizador que había tenido en su vida. Y no perdió ocasión para tender la mano al partido popular… en los asuntos que afectan a la unidad…

El la recepción posterior, Bono recibió parabienes y abrazos mientras se despojaba de su toga negra por fuera y roja por dentro. Su mensaje centrista llegó a los presentes. El que tenga oídos, que oiga. Hasta Carlos I, -obra de Tiziano- que preside el noble salón de actos, se mostró complacido de escuchar hablar de España al inquilino de su palacio toledano de Fuensalida durante más de cuatro décadas.

En la calle, con Ana a su lado, renueva ante las cámaras y micrófonos su compromiso de aportar experiencia y prudencia en su nuevo cometido de asesorar al Gobierno de la Nación. Sin perder el humor, nos recuerda "que es consejero electivo" -que no cobra-, a diferencia de los natos y permanentes, que van del coche oficial al "último y definitivo". A Bono, le hemos visto en este tercer jueves de julio inmisericorde, más autónomo, más sabio y más provocador que nunca. También más libre. Como siempre.

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