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Bahía de Ítaca

el otoño del patriarca / antonio regalado

   Ojo al dato. José María García quiere volver a la palestra. Su sueño es hacer un programa político y plural para devolverle a la sociedad lo mucho que  le ha dado. Lo contaba en la entrevista con Jesús Quintero que censuró TVE. García ha sido el periodista más polémico del último tercio del siglo XX. Irreverente, contradictorio, heterodoxo, sumo pontífice del deporte; no consiguió mover la silla de Pablo Porta –Pablo, Pablito, Pablete- al frente de la Real Federación Española de Fútbol pero nadie le puede negar su pasión por el trabajo. Quizás sea el último Quijote asturiano.

Hace ahora 26 años, micrófono en mano, a la sombra del Palace, transmitió la noche más larga en el golpe chusco de Tejero. En el 86, apareció en un programa de Mercedes Milá para pedir el sí (por patriotismo) en el referéndum-trampa de la OTAN, convocado por Felipe González para justificarse ante la historia.  

La trayectoria de García está fundamentalmente escrita en el aire. Constato que es un jugador excesivo y marrullero de fútbol sala. Le conozco desde hace seis lustros y constato que es un jugador excesivo y marrullero de fútbol sala. Pese al tono de su voz ha sido más que un comunicador un hipnotizador que ha gozado de gran credibilidad entre el populacho. El hachazo invisible y homicida del cáncer  le ha calmado los nervios pero su rebeldía va por dentro.    

 La actuación de la Corporación RTVE, bochornosa, propia de los comisarios políticos del imperio. La inquisición ya está aquí. Temblemos.   He escuchado la entrevista censurada. No hay ni un insulto. Lo que cuenta de Aznar, Rajoy, Buruaga o Fernández  son reflexiones de un hombre que está de vuelta de todo. Se le calentó la boca al acusar a Florentino de estar detrás de la ‘tenida’.

La pregunta es: ¿quién es Luís Fernández para salvar el honor de Aznar? Si alguien se siente ofendido que acuda a los tribunales y que cada palo aguante la vela de la justicia. García se ha expresado como siempre, como le pide el cuerpo. Discrepo de algunas reflexiones pero defiendo el derecho que le asiste en su libertad de expresión. Quiero solidarizarme con él. Verás, amigo José María, cual débil es la solidaridad de la profesión. Este ya no es un oficio de románticos sino de pesebreros. El camaleónico Quintero se enquistará en sus depresiones circulares para resucitar en cuanto le pongan enfrente una cámara y un micrófono. La lección de este episodio es clara: la libertad se está agostando en los albores de la primavera.

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