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Bahía de Ítaca

El jarrón /Antonio Regalado

                           

El reloj de la historia marcaba en el hemiciclo las 3:39 (pm). Y el presidente  Manuel Marín leyó el resultado: 189 votos a favor (PSOE, CiU, ICV, PNV, BNG y CC); 154 en contra  (PP, ERC y EA) y dos abstenciones (CHA y Nafarroa Bay). Había roto la lista tras el sorteo por ’insaculación’  (extracción de bola) el diputado 239, don Paulino Rivero. La votación, -la sesión de retratarse- duró 33 minutos. El público invitado, en su mayor parte del ’Govern’ y del ’Parlament’ arrancó un aplauso unánime al que se unieron los diputados partidarios del sí. Todos dirigieron la mirada al anfiteatro central donde, en pie, sonreían y aplaudían a la vez  Maragall y el ex president  Jordi Pujol.
Cuatro meses escasos -desde el 2 de noviembre- para que el Estatuto de Cataluña, regrese a Barcelona ’limpio como una patena", según predican los firmantes de la buena nueva. Nunca en menos tiempo, esa es la verdad, se ha generado más crispación. Y uno, en su ingenuidad, pensaba que tras el encuentro Zapatero-Rajoy con la tregua etarra de fondo había llegado la distensión  a la cúpula de los partidos; pues no.
La posición del ministerio fiscal en el procesamiento de Otegi ha hecho reconsiderar a los populares que el presidente del Gobierno no dijo toda la verdad a don Mariano. Creen que hay compromisos con ETA-Batasuna. ¿Es Arnaldo el interlocutor impuesto por la banda? Parece que sí, al menos por los contactos preliminares del lendakari. Que Patxi López sea su valedor minutos antes de comparecer ante el juez de la Audiencia Nacional, Grande-Marlaska, confirma que no va  a resultar fácil la verificación de intenciones etarras. Los populares creen que el cambio de la fiscalía no pidiendo el encarcelamiento sin fianza, al estar Otegi en libertad condicional es un claro retroceso de las conversaciones de Moncloa.  ¿Y lo de Marbella? Pues nada es casual. Una maniobra de distracción diseñada por Conde Pompidu.  Pero de la paz nos queda casi todo por contar o especular (que tanto monta).
La estrella de la jornada parlamentaria -siete horas y media largas- fue sin duda, dentro y fuera, Artur Mas. Le saludo en los pasillos segundos antes de que llegue el presidente; se hacen un "guiño de complicidad" -y se saludan como dos baloncestistas-  guiños que repiten en la calle, un segundo antes de que el jefe del gobierno se introduzca en su Audi blindado y de cristales tintados camino ya de La Moncloa.
En su fuero interno saben que son ellos, y sólo ellos, quienes han sido los arquitectos e ingenieros de la construcción de este texto.  Para lo bueno y par alo malo. Y como me confesaba Mas hace unas fechas en  la planta noble del hotel Puerta de América, ’solo por ver en el frontispicio del preámbulo la palabra nación hubiera merecido la pena renunciar a todo lo demás".  Y ahora la consagra el Congreso.
Maragall ofreció una rueda de prensa que pareció un velatorio. El convergente Mas se lleva los honores y la gloria. Aprieta las manos con fuerza, como si lo hubiera aprendido  directamente de Adolfo Suárez. No excluye a nadie ni de los saludos ni de las sonrisas. Y no se lo creerán, pero el ministro más aplaudido mientras se retrataba con el ’si’, fue Montilla; sí, don José, el defensor de la OPA  de Gas Natural contra Endesa que se dejó regalar 1000 millones de pesetas de La Caixa.  Luego todos, y al decir todos quiero decir todos los del sí (estaban desde Llamazares a Carme Chacón) lo celebraron con cava  y cóctel en el hotel Villa Real, donde el Molt Honorable actuaba de anfitrión.
¿Y los populares? Pues hay que decir que Mariano Rajoy estuvo a su altura. Advirtió de los peligros que entraña aprobar un Estatuto con un escaso apoyo parlamentario (el 54 por 100); habló de desvarío discriminatorio, de texto inconstitucional e intervencionista y dejó en el aire esta sentencia: "estamos en el principio del fin del Estado". ¿Qué van a a hacer ahora con los tres millones y medio largos de firmas recogidos para pedir un referéndum?
 
ERC estuvo coherente: "Es un buen estatuto -decía Puigcercós ante Bargalló y Benach- para una región de España pero no para Cataluña que es una nación; por eso votamos que no. Antes había dejado en el estrado esta idea-fuerza fijando su vista en la bancada de la derecha: "El jarrón de España, -ya ven- no se ha roto"
El presidente ZP que se resiste a presenciar los derbis Barça-Real Madrid -no asistirá tampoco al palco del  Nou Camp-, envió por delante a la vicepresidenta, lady Maria Teresa  Fernández de la Vega, que estuvo aseada (en azul esmeralda con joyas a juego y pendientes verde jade)  y al mago Rubalcaba que contraatacó con  diez argumentos para destrozar las diez "vilezas"  -dijo- de don Mariano.
La suerte está echada. El Senado apenas mejorará el texto. Rubalcaba dixit. CiU, CHA e ICV se felicitaron por lo conseguido pero en vez de meterse con el PSOE por haber utilizado la guadaña y la tijera de podar arremetieron con el PP sabiendo que en el escaso tiempo disponible de Rajoy -30 minutos para cada grupo- no hay  posibilidad de que le desmonten las coartadas. ¿"Qué quiere que le diga a Labordeta",  confesaba a los periodistas un Rajoy resignado?
La lealtad de que este texto perdure no la garantiza nadie; por tanto, no es prematuro vaticinar que las reivindicaciones para alcanzar el techo aprobado a finales de septiembre, comenzarán en cuanto se apaguen los ecos de la corrupción de ERC y su líder, Carod Rovira,  se recupere de los ataques al corazón.  ("Ya saben que ERC es como Rappel, echa las cartas y las cobra").
 
En resumen, que hay que embridar el azar. No hay duda de que la crispación se rebajará porque en el Senado se hace poco ruido. El PP traerá al debate en la Comisión General de Autonomías a sus siete presidentes de CCAA. Será la última batalla (mediática). También nos filtran que Maragall tendrá sus minutos "Warhol" para recuperar la inocencia perdida.  Habrá que esperar unas semanas hasta que se pase el empacho "post alto el fuego" para saber si Mariano Rajoy es el interlocutor exclusivo en materia antiterrorista, el otro gran asunto de Estado, pendiente de aprobar. España no es un jarrón chino, precisamente. Pero atravesamos un momento frágil.
Paralelamente al debate en el Congreso, unos metros hacia el norte, en la Casa de América, Planeta presentaba el libro de Manuel Ortiz "Adolfo Suárez, el bienio prodigioso" (1975-77). Alfonso Osorio, otrora vicepresidente loó la figura del hombre de Cebreros "Nadie ha hecho más por España en menos tiempo",  mientras su ministro de Trabajo  y ex presidente del TC, Manuel Jiménez de Parga se dolía de lo ingrato que ha sido la sociedad con el ingeniero de la Transición. "Si A.S. levantara la cabeza, su tristeza sería infinita; como la de muchos de nosotros". Asistimos 150. Ni uno menos.
Que cada cual se aplique la reflexión y recuerde a Bergson: "Es la hora de pensar como hombres de acción y de  actuar como hombres de pensamiento".


 

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