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Bahía de Ítaca

el telecliente nunca tiene razón / antonio regalado

   No terminas de  y salta el contestador automático: "Todos nuestros operadores están ocupados, rogamos llamen pasados quince minutos". El teléfono siempre es  un 905, naturalmente, de los de a euro por minuto. La operación hay que repetirla en  no menos de tres ocasiones. Si la suerte te acompaña responde un ordenador andrógino. Te entresaca descaradamente tus datos personales  y bancarios.   

Si has estado raudo como una centella te dice que todo está 'ok' y a esperar que te confirmen que el pedido (MP4, teléfono móvil o descodificador de TDT) está en camino. Porque puede darse la circunstancia de que el ordenador te diga que has consumido los tres minutos obligatorios y que tienes que volver a empezar. Y a pagar.   Reunidos los cupones obligatorios de los periódicos cómplices crees que la compra era una ganga. Has cometido tu primer error, compañero. Puedes incluso recibir un 'sms' confirmando que te pases por el kiosco a buscar el encargo. Pero… mi querido amigo, ahí comienza la segunda parte del calvario. El producto nunca llega a su destino.    

Entonces, llamas de nuevo al teléfono de contacto -(otro 900)- y esta vez una señorita, no oriunda -se nota en el acento- toma nota de tu reclamación. Muy amablemente, te dice que ella entiende tu inquietud pero que el problema es del proveedor. Y que no puede hacer nada salvo sonreír y enviar la petición a otro departamento del diairo.  Cuando ‘rellamas’ siete días después, otra dama amable y otoñal,  te cuenta la misma milonga.  Y así, el circulo de tiza caucasiano se cierra sin que  nunca puedas  conocer donde está  ni el  principio ni el fin de la tomadura de pelo. (O del presunto timo).    

Porque tú has comprado ya el periódico 15 días seguidos  y has pegado los cupones religiosamente como si se tratara de sellos para inversión, modelo Fórum o Afinsa. Para que la intriga no decaiga, el morbo se complementa cuando alguien llama a tu móvil, amparándose en la cabecera del prestigioso medio y te pide confirmar los datos de la tarjeta bancaria. ¿No te había dado el visto bueno el ordenador? Ante la desconfianza, te niegas a facilitar el número. A las 48 horas otro teleoperador repite la  petición.  ¿Soy tonto?, te preguntas.  

En el caso del teléfono, no hay suficientes terminales (promoción El País-Vodafone). Mes y medio después, te envían a un centro oficial. Y crees que has resuelto el problema. Quiá. Se te ha pasado el plazo, forastero. Y en cuanto a la compra del descodificador de TDT (El Mundo), que incorpora DVD y lectores de CD y MP4,  por lo visto, ha habido un problema de distribución irresoluble. Y va y te toca a ti. Y el Mundial pisándote los talones. Moraleja. Que te sientes estafado, indefenso e impotente. Como un idiota. Un cliente electrónico que ha perdido la confianza, el tiempo y la razón. Y a esto le llaman el ‘shopping intelligent’.

   

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