Blogia
Bahía de Ítaca

la dialéctica como método (I) / antonio regalado

Hemos compartido un amigo entrañable, Antonio Lara,  catedrático de Comunicación Audiovisual, desaparecido cuando más falta nos hacía, un enamorado del cine con el conviví muchos años en RNE. Y nos han separado casi cinco lustros de docencia universitaria. Cuando regresé a las aulas, en octubre del pasado año, al final de la escalera de la Facultad de Ciencias de la Información que nos traslada hasta la tercera planta, me topé con el profesor José Augusto Ventín Pereira que me abrió las puertas de su despacho y de su sabiduría de par en par.
Así es que estas líneas están escritas desde la gratitud, sí, pero, sobre todo, desde el respeto a  la dialéctica, ese arte entre el  diálogo y la discusión, esa lucha de los contrarios por alcanzar el progreso de la historia, esa duda permanente hasta que los datros no dejan lugar a dudas, que diría Pasteur. Sin desmerecer de la mayeútica de Sócrates, nos aproxima e identifica la racionalidad, la interpretación de los significados, el principio motor del concepto. Sus clases son como sus libros: un universo contradictorio en la búsqueda de estructuras que nos conduzcan irremisiblemente a la verdad. Y, por ende, a la libertad.
Ventín, un investigador insaciable, gallego;  representa la geografía de un buscador. Un buscador, ya saben,  es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Y, si me apuran, ni siquiera sabe qué está buscando.  Pero lo importante, es el reto; el reto es el camino. Nuestro hombre trata de descifrar los procesos  universales de cambio social a través de los medios de comunicación. Como buen marxista  del sesenta y ocho - creo que siguiendo  a Tuñón de de Lara y a Sartre- considera que los conflictos históricos han generado los cambios sociales.
Coincido  en sus planteamientos de que el mundo es una estructura cambiante, mediante factores de integración y desintegración; pero la experiencia nos enseña, no obstante, que las programaciones radiofónicas y televisivas  -uno de sus trabajos más exhaustivos- no están sujetas a ese proceso. Al contrario: las programaciones procuran adaptarse a la situación creada desde el poder económico y político. Y en esto, no hace falta más que mirar al inmediato pasado para comprender que los elementos dinámicos variables no actúan en la composición de las estructuras programáticas de la Radio y la Televisión sino que se derivan de la estructura política del mando, legítimo o ilegítimo.
En esta hora, en la que se está desintegrando la Radio y la Televisión públicas puede observarse desde el púlpito del sentido común que la SEPI ha impuesto a sangre y fuego sus criterios economicistas no a la programación sino al servicio de la gestión gubernamental. Los telediarios han sido durante sesenta años la correa de transmisión del poder, asentado ora en El Pardo, ora en  Catellana, 3, ora en La Moncloa. Nada anticipa que no vayan a seguir ese criterio en el futuro. Por tanto, la decisión socialista de desmantelar RTVE comporta una decisión política que beneficia en exclusiva a las nuevas cadenas generalistas creadas al amparo del propio Gobierno. ¿Para qué necesita hoy el Ejecutivo a RNE y/o a TVE, con estructuras desfasadas, cuando lidera la opinión pública desde los grupos mediáticos privados?
La reconversión salvaje de los medios públicos, sin precedentes en la etapa democrática, deja sin respuestas a los analistas del medio. Es más, se trata de un atentado a la Constitución  que en su artículo 14 se opone rotundamente a la discriminación por razón de sexo, color, religión u otras situaciones (edad, por ejemplo). Los trabajadores serán despojados de sus derechos laborales por el mero hecho de haber cumplido 50 años. Un despilfarro. Un crimen.
Cuando uno escucha en sede parlamentaria a la vicepresidenta Maria Teresa Fernández de la Vega declarar solemnemente que los trabajadores 'no son los culpables',  uno se pregunta en voz alta: ¿y por qué tenemos que pagar esta decisión con la muerte  profesional? ¿Dónde quedó la responsabilidad de los directores generales (políticos) y de los directores de TVE (impuestos por productoras) que han descabezado la credibilidad de la empresa y la han subsumido en un pozo sin fondo, arrojada a las alcantarillas del infierno?
Perdona, querido maestro, si nos alejamos de la cuestión pero sin querer estamos respirando por una herida abierta en canal.  Vuelvo a tus libros, a tus clases, a tus charlas, a tus crónicas semanales en la prensa.  Comento dos libros nada más de tu extensa biografía. "Programación en Radio, una propuesta Teórica" y "Gestión de la Producción de Contenidos en los Medios" (ambas, de  Fragua Editorial). El primero introduce conceptos polisémicos como  programación y programa, emisión y emisiones  hasta derivar en lo realmente importante: los mensajes y contenidos.
Coincidimos en que la cultura se transmite, se aprende y es participativa pero convendrán con nosotros en que "la cultura" ha sido siempre una seña de identidad de la izquierda que la ha colonizado incluso durante el franquismo. Baste  a día de hoy analizar en profundidad la recuperación de la memoria histórica sobre la guerra civil, el laicismo o el regreso a la II República -"el período más democrático de nuestra Historia se ha dicho en el Congreso de los Diputados en la mitad de junio"- para  darse cuenta que los sistemas de interacción social se realizan en las terminales de los medios de comunicación.
Hoy, no comulgar con el progresismo imperante de lo políticamente correcto es un suicidio intelectual. El posicionamiento ante casos prácticos como el Estatut de Cataluña -un clamor social nos vendieron-,  votado tan solo por el 49,4 por ciento de los ciudadanos; el 'proceso de paz' con ETA mientras sigue la extorsión a empresarios y la "violencia callejera" o la connivencia con la droga -somos el país europeo líder en consumo de cocaína- indican que los m.c.s. han trastocado los valores en toda la sociedad.
Dando por bueno que el bienestar es ilimitado, que el agua no es un bien escaso, que la energía nuclear no es imprescindible, que la inflación no afecta a la competitividad, que la inmigración se resolverá sin tomar medidas urgentes y que es muy 'in' todavía que más del 93 por 100 de nuestros alumnos superen la prueba de la selectividad universitaria, la pregunta que surge es simple. ¿hacia donde vamos?
 Nos hemos convertido en una sociedad permisiva, ególatra,  una sociedad de derechos -casi sin deberes- y nuestros hijos viven con el complejo de 'Peter Pan', sin darnos cuenta que el esfuerzo personal es lo que mueve el mundo. , la amistad y la lealtad son los motores del mundo.
En una entrevista en el diario "El Pais" al editor de "La Vanguardia", Javier de Godó, conde  de su mismo apellido, explicaba con más claridad que todos los tratados de ciencias de la información, el papel actual de los medios. "La Vanguardia -declaraba su dueño-  siempre tiene que estar con la sensibilidad de la mayoría; es decir, con el poder". Es decir, ayer con Pujol, hoy con  Maragall. El "bienio negro" del tripartito  lo ha sorteado el diario barcelonés omitiendo descaradamente todas las noticias negativas. Otro tanto ha hecho "El Periódico" de Cataluña, del Grupo Z, aún cambiando de director. La realidad es más simple: después de un encuentro en el Palacio de la Generalitat entre el president Pascual Maragall y los editores Godó y Lara (Planeta, Antena 3 y La Razón) se comprometieron  a reflotar el diario "Avui", un fracaso económico en toda regla que les ha permitido  continuar -la lengua siempre como artillería nacionalista- editando el diario ruinoso, a cambio de promesas. Lógicamente, promesas no escritas que sólo puede cumplir el poder. Por ejemplo, la inspección 'controlada' de las empresas del grupo… O sea, impunidad e inmunidad fiscal.
¿Cómo explicar, pues, que Lara mantenga líneas diametralmente opuestas, en el tema del Estatut en el periódico de Barcelona y en el de Madrid? La respuesta estaría escrita en es ese pacto: "la adaptación" a las circunstancias, a la situación.
Ambos –Lara y Godó- apoyaron por carta el texto que luego cepillaría Alfonso Guerra y amigos en el Congreso, celebraron el recorte tras el encuentro Mas-Zapatero y convirtieron en éxito  uno de los mayores fracasos políticos de los últimos decenios. Pero, lo importantes es que tras la laminación de Maragall, después de haber cumplido sus objetivos -si los ha cumplido, ¿por qué se va?- es que el texto ha entrado en vigor. Su desarrollo se prolongará un par de años pero, permítanme aventurar, que será una fuente de problemas jurídicos y políticos, inagotable. 
Los políticos no han estado a la altura de la sociedad civil. Pero eso carece de importancia cuando los mecanismos estatutarios ya se han puesto en marcha. ¿Qué sucederá si el TC encuentra motivos de inconstitucionalidad tras la poda del Congreso? Queda el victimismo. Por tanto, no hemos conseguido la "normalización deseada" y buscada prematuramente en una promesa electoral del presidente Zapatero en el Palau de San Jordi, en las elecciones catalanas de 2003. "Pascual, el Estatuto que se apruebe en Barcelona, lo apoyaremos en Madrid", prometió un aspirante a La Moncloa. Y va, luego, y gana.  Ahora hemos sabido -lo anunció Jordi Pujol- que el texto emanado del Parlament era una provocación contra el PP de Aznar que se quedó en la oposición tras el 1-M.
Me reintegro al ‘contexto académico’ para no caer en la tentación del periodista tertuliano y recrearme en los daños colaterales Retorno, pues, a la disciplina científica y social que exige el análisis de dos de tus obras. Pareciera que las reglas de Comte  (comprender los hechos, comparar las historias de las sociedades en el mismo tiempo y comparar varias categorías sociales) es un sistema que interacciona las dinámicas sociales pero que no explican las estructuras que sostienen las complejas sociedades de nuestro tiempo.
Parsons y Diverger, creemos, mantienen posiciones de equilibrio que determinan el fenómeno fundamental de la evolución social. No hablamos de revoluciones, pues, aunque esas evoluciones a veces se aceleren progresivamente y determinen en poco tiempo un nuevo concepto de visualizar los cambios. Pensamos en los procesos surgidos tras las convulsiones de  mayo/68, la caída del muro, la ampliación de la UE, la globalización, los atentados del  11-S,  11-M, y 7-Julio,  la guerra de Irak, el fenómeno de la inmigración a Europa y a Estados Unidos o el lanzamiento de misiles el Mar de Japón por Corea del Norte.
Dahrendorf introduce el concepto libertad en contraposición  entre teoría y acción de Pearson, abriendo nuevas vías de experimentación. La estabilidad social siempre es dinámica. Lo constatamos en nuestro propio país. Si hace dos años largos, un observador de la actualidad hubiera aventurado el ‘punto caliente o de distorsión’ de nuestra actualidad cotidiana (doméstica y exterior) lo hubiéramos calificado, como mínimo, de excéntrico. Hoy, la aceleración que ha tomado la dinámica interna (Estatutos y proceso de paz, derechos civiles: divorcio Express, matrimonios con personas del mismo sexo, laicismo, etc.) ha desubicado a una gran parte de la sociedad al no entender ni aceptar cambios tan bruscos.
Por tanto, el contexto marca el propio impulso. Retrocedamos en la historia reciente. ¿Dónde quedaron las promesas del Debate de Investidura del señor presidente para reformar el Senado y modificar la Carta Magna? Lo que se ha conseguido en parte es una polarización de la sociedad, polarización que ciertamente se ha reflejado también en los medios de comunicación.
La implantación de la TDT (Televisión Digital Terrestre), 26 canales abiertos al ciudadano, van a afectar muy seriamente a las estructuras de poder cuando se incorporen al ‘paquete’ gratis total  otros 10-12 canales autonómicos. La fragmentación de audiencias complicará sobremanera los mensajes de los partidos minoritarios. Por tanto, lo que en principio pareciera  una buena medida para ensanchar la pluralidad se convierte, de hecho, en una idea-trampa porque el esfuerzo es mayúsculo y la diseminación de medios romperá la eficacia de contenidos. Además, la saturación de informativos, coloquios y tertulias especializadas (políticas, económicas, deportivas y de información rosa) confirma que el acceso a las tribunas es cada día más restrictivo.
Otro de los factores para la preocupación profesional es el que se deriva de las conveniencias del poder. No hay ya ruedas de prensa abiertas a todos sino que funciona, el rumor, el confidencial o las comparecencias de prensa ‘pactadas’ con periodistas afines a la causa para que el mensaje viaje de forma unidireccional. (Baste señalar dos ejemplos recientes: la comparecencia en sede parlamentaria –que no en el Hemiciclo y, por tanto, sin referencia en el ‘Diario de Sesiones’ del Congreso- del presidente José Luís Rodríguez Zapatero para anunciar el dialogo con ETA-Batasuna o la opacidad, tras el encuentro Patxi López-Otegui, en Bilbao, donde se limitaron a leer un comunicado sin posibilidad. ni en un caso ni en otro, de preguntas de la prensa.  (Continuará)
Firma también este artículo Gerardo Saez, periodista.

0 comentarios