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Bahía de Ítaca

los visigodos toledanso (y IV)

 Fueron los visigodos toledanos quienes vistieron a los reyes como césares o papas para diferenciarlos de los nobles; utilizaron por vez primera corona, cetro y anillos. Como puede comprobarse la Iglesia católica también deslumbraba por sus oropeles: casullas, báculo, mitra y sellos.  Dos imperios paralelos y complementarios.  Por cierto, de  este tiempo viene la inmunidad tributaria para el clero. Y su acumulación de riquezas, donadas a los obispados  por los visigodos o adquiridas a nobles venidos a menos. Su pujanza latifundista no terminará hasta el siglo XIX con la desamortización de Mendizábal.    Los grupos sociales, con la clase dirigente a la cabeza, van ocupando las ciudades frente al mundo rural, ciudades amuralladas para la defensa. Los ‘curiales’ (expropiados)  van dando paso a los ‘potentes’. Nacen así nuevos centros de poder administrativo, militar y religioso.    

Los reyes visigodos se otorgan  el derecho a crear ciudades nuevas aunque por lo que se refiere al reino de Toledo solo conocemos la de Recópolis, (Guadalajara) que levanta Leovigildo para honrar la memoria de su hijo Recaredo.  Más que una arquitectura propia, los visigodos reutilizaron los edificios romanos y crearon iglesias con aire bizantino.    

¿Por qué un pueblo tan asentado como el visigodo desaparece? La respuesta no es fácil. El regicidio, la enfermedad que impedía  dar estabilidad al reino y que perpetuaba la monarquía hereditaria es el primer paso; es lo que los historiadores denominan  “morbus gothorum”. Se descuidó el ejército, se disgrega el reino debido a las banderías de los nobles y  la división de las noblezas visigoda e hispano-romana  da lugar a las conspiraciones casi permanentes.     

 Y así llegamos hasta el 710. Tras una razzia del moro Muza contra la Península, los musulmanes que dominaban Tánger y Ceuta, pasan el Estrecho. La muerte de Witiza inclina la balanza de la historia que no se nivelaría hasta ocho siglos después. El conde Julianis, delegado en Ceuta sella una alianza  traicionera entre witizianos y musulmanes que permita a los primeros recuperar los bienes y a los segundos hacerse con un  botín sin lucha. Don Rodrigo acude raudo desde Toledo y tras varias escaramuzas con desigual suerte, tiene lugar la batalla decisiva de Guadalete  el 20 de julio del 711. Los witizianos abandonan el campo, cerca de Medina Sidonia, dejando a don Rodrigo solo frente al enemigo. Muere el rey y sus fieles se dan a la desbandada. La victoria musulmana es total.    

La familia de Witiza se dedica al saqueo del reino, no hubo rey electo y la nobleza hispana carecía de poder militar. El desconcierto y el ‘sálvese quien pueda’  favorece la invasión.  La ferocidad de los musulmanes de Tarik  no conoce parangón en estas tierras y ocupan por la fuerza Sevilla, Córdoba y Toledo mientras ascienden imparables por Zaragoza hasta que los detiene treinta años después en Potoers, Arlés y Narbona el franco Carlos Martel.    La desbandada visigoda es absoluta. La leyenda de Covadonga identifica en el 722  a un tal Alqama como jefe del ejército derrotado por don Pelayo en Asturias. Y aquí, el primer rey astur –godo por cierto venga la derrota de  don Rodrigo y comienza la Reconquista.  Nacen los reinos de León, Castilla, Aragón… hasta la unificación por los Reyes Católicos en los finales del siglo XV.  En resumen, los visigodos nos condenan a ocho años de dominio musulmán y los mismos visigodos toledanos desde el norte comienzan la liberación.     El resto, ya lo conocen.    

Bien, esta es la historia del poder de los vecinos de la Vega Baja.  ¿Qué se puede encontrar en las parcelas de la polémica? El mayor de los tesoros visigóticos puede admirarse en el Museo de Arte Contemporáneo de la calle de Serrano, en Madrid.  

La decisión no ha tenido que se fácil para el presidente de Castilla-La Mancha. Y la situación política para el alcalde, no parece que sea la más cómoda. Habrá que negociar con los afectados principales, promotores y cooperativistas. Pero  creemos que merece la pena dedicar tiempo y dinero para investigar la historia de los visigodos toledanos que desde aquí dominaron Iberia. Nosotros somos sus herederos directos, para los bueno y para lo malo. 

Nos guste o no.Las calas son lentas, costosas las excavaciones pero es preferible esperar a ver si se produce el milagro de desentrañar su pasado que sepultar, con cemento armado para siempre, trescientos años de historia colectiva.  Aún circula en Toledo la leyenda de que justo debajo de la aguja de la catedral, se encuentra una cueva con siete puertas que abren el camino a siete túneles que horadan la ciudad como salidas-refugio. Y tambien asegura la leyenda que en una de esas galerías permanece todavía un arcón arrancado a los musulmanes en aquella derrota gaditana y en el que se guarda, bajo siete llaves, el secreto de los seguidores de Mahoma. Pero nunca ha sido encontrado.

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