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Bahía de Ítaca

Tu nombre me sabe a etrusco / antonio regalado

   Aún quedan en el pueblo numerosos restos de trincheras y nidos de ametralladoras sin la gloria de las de Brunete y de Belchite. La presencia del Frente durante toda la guerra –la guerra civil, naturalmente-, la dejó con demasiada memoria histórica y, sin embargo, más partida por la mitad que antes. Desde entonces, le han atravesado el corazón, la N-IV que enfila hasta Córdoba-Cádiz; la R-4 (de peaje), camino de Levante, RENFE a Aranjuez, y ahora, el nuevo trazado del AVE Madrid-Valencia. Cuatro heridas abiertas en canal que sangran incesantemente todavía en el municipio mientras una quinta busca la línea del cielo (o del infierno) interminable de La Mancha.

  Seseña, a siete leguas de Toledo, cuatro de Chinchón y seis de Madrid es una villa sitiada por la actualidad. Como los visigodos toledanos de la Cava Baja, los seseñeros han saltado a la palestra también por causa del ladrillo y del cemento. A orillas del Tajo se ha decidido dar marcha atrás a la creación de un complejo con 1.300 viviendas –Corte Inglés incluido- porque se quiere preservar el pasado; aquí, por el contrario, se construyen 13.508 viviendas más –se pasaría de 9.000 a 50.000 habitantes- para ganar el futuro.

   Recoge Menéndez Pidal que el nombre tiene origen etrusco: Sissus, Sissius, Sisenna, Sesena… Seseña. Dando por buena la erudición de don Ramón y admitiendo la presencia de un antiquísimo poblado prerromano, recordamos que el periodo orientalista de los etruscos abarca un siglo y medio a partir del último cuarto de siglo VIII a.C, hasta el primer cuarto del VI a.C, cuando Etruria, la zona donde se encontraban estos pueblos basculando al Tirreno, alcanzó su apogeo político, económico y militar. Reinaban los Tarquinos (Tarquino el Antiguo, Servio Tulio y Tarquino el Soberbio, primero visionario éste en intentar la unificación de la península itálica.

  Los etruscos, durante tres centurias más, arañaron la tierra, explotaron minas de hierro y cobre, trabajaron el oro, el marfil y el bronce y mantuvieron el comercio internacional más allá del Adriático. La aristocracia –vemos que es una constante en todas las culturas- ejercía el poder; tenía a su cargo el ejército y vivía en suntuosos palacios decorados con pinturas, murales, objetos domésticos (jarrones, cuchillos) y complementos religiosos y civiles como armas, vajillas y demás artículos de uso personal. Los orfebres etruscos ya conocían los adornos personales para hombres y mujeres y elaboraban figuras con formas geométricas propias de la Grecia clásica y del Alto Nilo. Ello explicaría intercambios comerciales a través del Mediterráneo que pudieron prolongarse hasta el Medio Oriente.
Los guerreros –casta privilegiada- se cubrían el rostro con caretas y la cabeza con casco. Los caballos utilizaban un peto para proteger las zonas expuestas al ataque. Los etruscos se preocupaban de su aspecto físico. Asaban la carne al fuego en una especie de asador; las casas eran de barro y piedra y guardaban las cenizas de los fallecidos en recipientes decorados según el sexo de las personas. Creían que con la muerte se iniciaba la vida celestial. La máxima condición para progresar en la sociedad etrusca era la milicia y la destreza en la guerra.

  Roma nunca vio con buenos ojos el poder de Etruria y tras la firma de un pacto de ciudadanía ofrecido por la República en el siglo I a.C., Lucio Cornelio Sila, los persiguió, arrasó sus ciudades, enajenó sus tierras y limitó sus derechos civiles. La integración por la fuerza terminó en la romanización de toda la región.

  Puede que algunos supervivientes de aquellos etruscos en decadencia, llegaran a nuestra tierra. Y cabe la posibilidad de que alguna tribu etrusca se estableciera en Sisius. Hoy, veintidós siglos después, aquellos descendientes esperan dos milagros: que el mundo no se pare por la investigación de la Fiscalía Antidroga y que la megaciudad que se levanta no rompa los paisajes ni los sueños de los madrileños y de los castellanomanchegos que han elegido esta ciudad para vivir. Seseña nos sabe a etrusco. Todavía.

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