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Bahía de Ítaca

ni PIO / antonio regalado

   Antaño, la diferencia más acusada entre ricos y pobres consistía en saber leer y escribir. Luego, la distancia (social) la marcaban el Bachillerato, las Reválidas de 4º y 6ª, pasar PREU y la Universidad. Cuando entonces, los que nacimos en pueblos donde no había Instituto, solo teníamos una posibilidad de salir de la ignorancia: ingresar en los seminarios. Yo tuve el privilegio de estudiar con los PP. Trinitarios, primero en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y luego en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza (Jaén).  Allí, con una aportación simbólica familiar -100 pesetas mensuales- y  con una beca del Principio de Igualdad de Oportunidades, (PIO), -que había que conservar con buenas notas curso tras curso-, (12.000 pesetas/año) se obtenía la alternativa de desertar noblemente del arado para siempre. Lo más humillante era volver a casa con las orejas “aguchás”.   

 Hoy las diferencias vienen por la adquisición (o no) de conocimientos en la  nueva sociedad de la Información. Sin duda, los analfabetos funcionales del futuro serán los que no dominen Internet, el medio de comunicación más universal. Bien, pues, en estos días veraniegos he vuelto a un pueblo ubicado al otro lado de los Montes de Toledo  y he comprobado el abismo que existe todavía con la ciudad.     He intentado  enviar el artículo semanal a este periódico y ahí comienza el calvario. Telefónica no dispone de “pares” para instalar ADSL. Abrir el ordenador son diez minutos; intentar conectarse a la Red, otros veinte y acceder al correo electrónico personal para rescatar el trabajo realizado, una misión imposible. Primer sábado del Campeonato Nacional de Liga. No hay acceso al fútbol gratis de La Sexta. La cobertura de móviles es casi tan deficiente como hace diez años. Nadie ha explicado a estos amigos nada sobre la TDT. Estamos, pues, en el corazón de la Mancha y casi en el fin del mundo de la comunicación.   

Estas diferencias se convertirán en un abismo insondable entre la ciudad y el planeta rural si los poderes públicos (Gobierno, Junta y Diputación) no ofrecen las mismas oportunidades para todos. Viaje por donde viaje –la experiencia me ha dolido también en Castilla y León- se constata que los poderes públicos no apuestan con pasión (y sobre todo con dinero) por la nueva sociedad de la información. Tienen que saber que es la inversión más rentable a corto plazo. Son precisos más fondos para la teleinformación. Es la mejor manera de no aislar al campo.   Hoy el PIO  es más necesario que nunca. Un principio de igualdad y solidaridad. 

 

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