esperando un respiro / antonio regalado

     Me resisto a creer, querida Whitney, que te estás muriendo a chorros. Tú, princesa de porcelana, asomas a  tu página web como si mañana mismo tuvieras un concierto, un bolo, otro disco en el mercado u otro nuevo papel de estrella para el cine.     La última foto distribuida por el universo de la Red nos reafirma en lo peor: estás agonizando entre la cirrosis y la sobredosis, con una sucia camisa, y en lugar de tu risa, una especie de mueca. Cómo no recordarte hace apenas dos lustros, cuando eras la mujer más deseable del planeta. Cantante, compositora, actriz, productora, modelo y madre. Envidié a Kevin Kostner cuando era tu guardaespaldas; me hubiera gustado cambiar con mi cariño la atormentada Savannah que ya llevabas dentro en “Esperando un respiro”; me moría de celos al verte tan hermosa como esposa del predicador Cortney B. Vance,  junto al ángel Denzel Washington y me enamoré perdidamente de tu piel y de tu ternura  en “Cinderella”. Jamás habrá una Cenicienta más dulce en la TV.    

Querida  W. Elizabeth Houston: ¿qué pasos en la dirección contraria te han llevado desde tus orígenes en East Orange, New Jersey, cuando cantabas ‘gospel’ en la iglesia baptista hasta el abismo de las drogas? Tú, que eras la princesa de la boca de fresa, de la sonrisa más fresca, de la mirada más lejana; tú que sembraste en todas las islas de la moda las flores de tu gracia, ¿por qué te abrazaste a una muerte tan temprana y cruel?     

Verás, princesa: nunca me gustó marido, Bobby Brawn. Al poco de casaros ya empezaron los problemas. “Maldito sea el gurú que levantó entre tú y yo un silencio oscuro…” Luego llegaron las amenazas, el maltrato, más drogas, la desintoxicación, la recaída y la cuenta atrás. No esperamos un respiro sino un milagro. Si te vas, “I have Nothing”. Te escucho desesperadamente una vez más, en “I will always love you”. Estás divina, amor. En contra de lo que nos enseñó Joaquín Sabina, quiero soñar que “aún no es demasiado tarde, princesa”.