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Bahía de Ítaca

del primer comunero / antonio regalado

      Corría el mes de septiembre de 1520. La Santa Junta del Reino, creada en Ávila el último día de agosto,  promulga el juramento de hermandad entre las ciudades comuneras opuestas al emperador Carlos. En las calles, la gente enfervorizada canta a coro: “común es el sol y el viento, común ha de ser la tierra/ que vuelva a toda Castilla, la rebelión comunera”. A la cabeza de la revuelta, el toledano Juan de Padilla, nombrado por la reina Juana general de sus guerreros.         

     El levantamiento, no terminaría el 23 de abril del siguiente año en Villalar, con la decapitación de los cabecillas Bravo, Padilla y Maldonado porque María Pacheco, la esposa de Padilla, se encargó de mantener levantada la antorcha de la libertad del pueblo castellano hasta febrero de 1522 cuando, tras caer Toledo y ser derruida su casa, huyó a Portugal. La “Leona de Castilla” dio un ejemplo de valor y entrega patriótica que la historia no ha valorado con justicia.             

     En los antecedentes de la guerra de las Comunidades de Castilla, la imposición de extranjeros por el monarca en los puestos claves de Palacio y de la Iglesia,  la regencia del cardenal Adriano,  -futuro papa Adriano VI-, la negativa de las ciudades a aportar fondos para que fuera coronado Carlos emperador de los Romanos, los conflictos de la sociedad estamental y los años de sequía, hambre y tifus. El Alcázar fue una vez más tomado por el pueblo y en él se constituyó la primera comunidad o poder insurrecto de libre elección.        

    Juan de Padilla y Juan Bravo “entran en Comunidad” con el obispo Acuña en Zamora y Francisco Maldonado en Salamanca, tras las razias del inquisidor  Ronquillo sobre Segovia y los asesinatos realistas de Mora. No faltaron ni la provincia traidora (Burgos) ni el  noble Pedro de Girón quien tras su ruptura con el rey dirige las tropas comuneras, traiciona al pueblo  llevándolas a Villalpando y deja el camino libre a los realistas hacia Tordesillas en diciembre de 1520. Mientras el rey flamenco corrompe conciencias desde Worms, el virrey de Navarra proporciona tropas y el de Portugal dinero al regente cardenal. El emperador Carlos I de España no tuvo piedad con los conjurados, tras su regreso por Laredo.      

    La filosofía que anima a los comuneros puede traducirse en cinco palabras: “Nadie es más que nadie”. La represión imperial alcanzó a clérigos y  a seglares. Carlos V volvió a Toledo y desde aquí comenzó a forjar el Imperio en el que nunca se ponía el sol. El espíritu comunero viajó a Asunción, Perú y Río de la Plata.  En la actualidad, sólo Tierra Comunera –partido  extraparlamentario- reivindica en Castilla-La Mancha el legado y los valores de aquella revolución fracasada y popular.       Queramos o no éste es el origen de nuestra Autonomía. Nuestro gobierno se encarna en la Junta de Comunidades. Y nuestra bandera es morada; de un morado comunero. La pregunta es sencilla ¿por qué ninguno de los dos grandes partidos reivindican el legado de vivir en comunidad?  Luchar por la libertad del pueblo frente al arbitrismo del poder central es una causa noble y justa.    

    Toledo inició la revuelta, Toledo socorrió a Segovia; los hombres de Padilla liberaron Torrelobatón y Medina del Campo  y doña Maria Pacheco, prima de Juan Bravo,  mantuvo la resistencia numantina hasta nueve meses después de la derrota en las eras de Villalar. Y a pesar de todo, gracias al coraje de Maria Pacheco, siguió conservando el título de la “muy leal”.     

No estamos aquí para recuperar la sociedad secreta de los Caballeros Comuneros, de carácter liberal, que en el XIX se proclamaban  “Hijos de Padilla”. Ni para defender su carácter masónico. No; pero sí debemos recordar que Bravo, Padilla y Maldonado fueron un faro en el Trienio Liberal alumbrado por Riego, tras rescatarlos del olvido Juan MartínEl Empecinado”. Ya es hora de que reverdezcamos la memoria de aquellos patriotas que forjaron nuestra nacionalidad histórica.      

Al entrar en el vigésimo cuarto año de vigencia del Estatuto y a punto de consagrar otro texto autonómico actualizado, se abre un horizonte nuevo para rendir homenaje al caudillo toledano que defendió la legitimidad de la Reina Loca con su propia sangre. Padilla, -el primer comunero, sin ir más lejos– sigue enterrado en Olmedo; sería el momento de que descanse definitivamente y en paz en la ciudad que tanto amó.       

No entendemos cómo José Bono, hombre ilustrado, no tomó el relevo de los comuneros castellanos que fueron los primeros adelantados del socialismo.  Al fin y al cabo, socialismo es igualdad. Y libertad.     

Invitamos a los candidatos del PSOE, del PP y de IU, Barreda, De Cospedal y Lara, respectivamente,  a que impregnen su programa electoral de ideas y espíritu comunero que  con tanta pasión defendieron el hidalgo Juan de Padilla y la noble María Pacheco, miembro de la familia de los Condes de Tendilla y de los  marqueses e Mondéjar. A lo mejor, a partir del 28 de mayo, el gobierno de la Región despierta comunero. La esperanza (socialista, popular o unionista) en todo caso, este otoño tiene color carmesí. 

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