plantar cara / antonioi regalado
Compruébenlo personalmente. Entren en el buscador Google y escriban censura. ¡Bingo!. La primera acepción directa es CAC (Conseill D’Audiovisual de Catatunya), único organismo en el mundo reconvertido en juez y parte para consagrar, urbi et orbi, qué es o no verdad. Y castigar, lógicamente, a quienes no se adecuan al pensamiento nacionalista.
Desde Gutenberg, la censura había sido siempre cuestión de Estado, de la Inquisición, de los poderes fácticos y de los nacionalismos totalitarios para sobornar conciencias y controlar la libertad de expresión. Ahora, el ‘castrismo’ reverdece en Alemania.
La Opera de Berlín se autocensura –por miedo- y decide levantar de la cartelera ‘Idomeneo’ (1781), de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), que trata la relación de los hombres con los dioses, con la Guerra de Troya al fondo. Una escena del segundo acto en la que aparecen las cabezas cortadas de Jesús, Mahoma, Buda y Poseidón, ha precipitado la cobarde decisión por pavor a los seguidores del Profeta.
La canciller Angela Merkel ha condenado la suspensión tras lamentar que “la autocensura por miedo es intolerable”. En democracia, la libertad es innegociable. Y este entreguismo europeo, esta claudicación ante el Islám lo pagaremos caro. ¿Se retirará en 2007 la obra de Amadeus, en Milán, Paris, Madrid y Nueva York?
Esperemos que no. “La cobardía” –escribió Voltaire- “es la patria de las personas decentes”. Cedimos el 11-M, el 7-Julio, con las caricaturas del diario danés y enmudecimos ante la valentía del Papa. El temor colectivo y la tolerancia con los intolerantes son la mejor arma del terrorismo. Aquí, lo sabemos diariamente por ETA-Batasuna.
Karen Jespersen y Rald Pittelkow, dos políticos socialdemócratas daneses, han denunciado en un libro que acaba de salir a la luz, la ingenuidad de los demócratas europeos ante el radicalismo islamista. Dos ideas para la reflexión. Una, “nazismo, comunismo e islamismo son ideologías totalitarias que pretender invadir hasta los más mínimos rincones de nuestra vida”. Y dos: “Convencer a los inmigrantes de que se integren no se logra doblegándose ante los fundamentalistas, sino plantándoles cara con nuestros valores”. Vale.
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