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Bahía de Ítaca

la fuerza de la sangre / antonio regalado

A José Bono le ha sentado el descanso político estupendamente. Reapareció en el piso quinto del  Círculo de  Bellas Artes, esquina a Alcalá, sonriente, sereno, tranquilo y más cautivador que nunca.  Ante las cámaras, espetó: “estoy a disposición del presidente y del partido”. Y añadió: “pero no voy a pronunciarme sobre si aceptaré o no”. Bono tiene claro que ya es mayor para rendirse a presiones vengan de Moncloa o de Prisa. Pero la tentación siempre acecha cuando uno lleva la lealtad  y la ambición política  inyectadas en vena.  La necesidad del PSOE para cerrar esta candidatura disparó las expectativas.  Han pasado seis meses  desde que abandonó Defensa. Se postuló  durante 22 horas como la gran esperanza blanca para acabar con cinco mandatos populares en la capital del Reino.  

Conciliar vida familiar y partido es una decisión infernal para un hombre volcado en la cosa pública. Quizás su pecado original  haya sido dar hilo a la cometa. Ya dejó escrito  Winston Churchill que ‘la cometa sube más alta cuanto más fuerte es el viento en contra’.  Convencer a Ana y a sus hijos para volver a la lucha fratricida frente a  Alberto Ruiz Gallardón -el rival más difícil, la victoria más deseada- ha sido imposible cuando en casa le recordaron que había empeñado su palabra en ‘descansar’ al menos hasta la primavera de 2008.   

Bono –me consta-  ha escogido el camino más difícil.  Es un animal político que si supiera que el mundo acababa mañana, hoy mismo plantaría un árbol.  La política es noble cuando se acompaña de fe. Y Bono, todavía,  va sobrado de ética y convicciones.  Descubrió  que, en efecto,  hay vida más allá de la política. Y que Madrid era un caramelo envenenado.  

Coherente con su rechazo al paracaidismo político ha decidido apartar el cáliz electoral de primavera. La fuerza de la sangre se ha interpuesto entre su compromiso y el destino. Que nadie hable de desafecciones con el presidente Zapatero. Ni de traiciones. Bono es hombre de honor. Y su palabra, ley. Merece respeto.

  

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